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Vol. 71/No. 6      12 de febrero de 2007

 
No hay partido de paz en el Congreso
(editorial)
 
La ratificación unánime por el Senado del general David Petraeus como comandante de las fuerzas armadas norteamericanas en Iraq es el indicio más reciente de que no hay partido de paz en el Congreso. Solo hay un partido de guerra en Washington. Incluye tanto los partidarios de la administración Bush como los demócratas y republicanos que critican a la Casa Blanca pero que han apoyado la guerra imperialista a cada paso. La aprobación de Petraeus, uno de los principales promotores de la actual escalada militar en gran escala en Iraq, muestra que no es únicamente la guerra de Bush o de Petraeus: es también la guerra del Congreso.

El lema de parar las “depuraciones étnicas”, y no el pretexto de propagar la “democracia,” ahora se está convirtiendo en la nueva justificación que usa Washington para su guerra imperialista, como lo fue en sus ataques brutales contra Yugoslavia en los años 90. Nos dicen que los soldados norteamericanos son necesarios porque si se retiraran, los iraquíes supuestamente se masacrarían. Pero los gobernantes de Estados Unidos no están aumentando sus fuerzas militares a 150 mil por su interés en el bienestar del pueblo trabajador iraquí. Ellos pretenden apuntalar un régimen suficientemente estable como para garantizar de manera ininterrumpida el saqueo imperialista de los recursos y la explotación de la mano de obra en el Medio Oriente. Ese objetivo perjudica los intereses del pueblo trabajador, desde Iraq hasta Estados Unidos.

La ocupación estadounidense de solo ha avivado las divisiones entre suníes y chiítas, entre árabes y curdos, y continuará haciéndolo. Las elecciones iraquíes auspiciadas por Washington y la promulgación de una nueva constitución atizaron las pugnas bélicas entre facciones burguesas que se disputan riquezas y poder. Un Iraq federado o una “partición blanda”, propuesta apoyada por muchos entre los círculos gobernantes en Washington, institucionalizaría más estas divisiones.

En efecto, la dominación imperialista del Medio Oriente es la causa fundamental de las divisiones existentes. A través de las décadas, Washington y Londres apoyaron a las fuerzas burguesas en Iraq que derrocaron la revolución democrática de 1958, que llevaron a cabo una discriminación sistemática contra los curdos y los chiítas y que dieron privilegios a los suníes ricos.

El pueblo iraquí es el único que puede resolver los problemas que enfrenta. Necesitará tiempo y espacio para desarrollar una dirección obrera que pueda encabezar esa lucha. Para que esto sea posible, necesitan quitarse de encima las tropas de ocupación: ya.

Los gobernantes de Estados Unidos están en crisis en torno a la guerra de Iraq. Muchos elementos entre la burguesía aún se atemorizan ante la necesidad de usar su poderío militar para defender los intereses imperialistas frente al creciente desorden del mundo capitalista. Añoran la época después del derrumbe del Muro de Berlín y antes del 11-9, cuando se oía el discurso triunfalista de nueva era capitalista de “paz”, “democracia” “estabilidad” y hasta del “fin de la historia”.

Sin embargo, ningún sector de la clase capitalista norteamericana ofrece una alternativa a la escalada de la guerra en Iraq que el Pentágono ya está realizando. La única trayectoria de la que disponen ante la creciente vulnerabilidad económica, junto con los desafíos políticos y militares a su dominación en el mundo, es la guerra de múltiples teatros que ahora se desenvuelve bajo la bandera de la lucha contra el “terrorismo”. Esta guerra abarca la escalada militar en Afganistán, las crecientes presiones contra Irán, las operaciones de Fuerzas Especiales estadounidenses desde Filipinas hasta Somalia, y la creciente presencia militar norteamericana en el continente africano. Estos ataques militares son una extensión de la intensificada guerra contra la clase trabajadora dentro de Estados Unidos: desde las redadas de fábricas y las deportaciones hasta los asesinatos a manos de la policía.

Por eso la respuesta necesaria de los trabajadores debe ser, como hicieron con sus bulliciosas consignas a lo largo de la marcha del 27 de enero en Washington: ¡Que regresen a casa ya todas las tropas norteamericanas! ¡Fuera de Iraq, Afganistán, Corea, Somalia, Kosova y la Bahía de Guantánamo, Cuba! ¡Alto a las amenazas contra Irán! ¡Ni un centavo, ni una persona para las guerras de Washington!
 
 
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