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   Vol. 71/No. 2           15 de enero de 2007  
 
 
¡No a sanciones contra Irán!
(editorial, articulo especial)
 
El pueblo trabajador debe oponerse a las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra Irán, maquinadas por Washington y sus aliados imperialistas. Son una patente violación de la soberanía de ese país.

Las medidas, racionalizadas con reclamos insustanciales de Washington y sus aliados de que el gobierno de Irán está tratando de construir armas nucleares en secreto, tienen como objetivo presionar a Teherán para que detenga el desarrollo de su industria nuclear. No tienen nada que ver con prevenir la propagación de la guerra o las "armas de destrucción masiva" en la región, como lo demostró Washington con el apoyo que dio al programa de armas nucleares de India. Desde la ocupación de Afganistán e Iraq, a las incesantes amenazas contra Irán y Siria, a los conflictos militares en Somalia, Washington es el agresor, no Teherán.

Las sanciones son los pasos mas recientes de una campaña de Washington que lleva muchos años y está destinada a instalar un régimen más dócil en Irán. Washington y sus aliados perdieron un amigo estable en ese país cuando una revolución popular en 1979 acabó con las brutales riendas del shah, quien contaba con el apoyo de Washington. El gobierno actual, un régimen clérigo burgués, cuyo antisemitismo y otras políticas socavan los intereses de los trabajadores iraníes, no es uno en el que Washington puede depender para llevar a cabo su "larga guerra" contra el "terrorismo". Una guerra cuyo objetivo final es el pueblo trabajador del mundo y cualquier gobierno que no se doblegue a los dictámenes de los señores del capital financiero.

La demanda de los multi millonarios que gobiernan Estados Unidos de que Irán cese el enriquecimiento de uranio, de hecho que abandone su programa nuclear, apesta de arrogancia. Un tercio de los trabajadores del mundo no tienen acceso a ninguna forma de energía moderna, incluso sectores de la población iraní. La electrificación es una precondición para el desarrollo agrícola e industrial del mundo semicolonial, la mayoría de la humanidad. Los gobiernos de estos países tienen el derecho soberano de desarrollar las fuentes de energía necesarias para sacar a sus poblaciones de la oscuridad.

Las potencias imperialistas han de hecho invalidado el Tratado Internacional de No Proliferación Nuclear de 1968 prohibiendo que “los estados sin armas nucleares” desarrollen la tecnología y las instalaciones necesarias para producir uranio enriquecido, el combustible necesario para la producción de energía nuclear. Washington y sus aliados han establecido un club nuclear que incluye a gobiernos que defiendan sus intereses, mientras que al mismo tiempo le niegan a millones de trabajadores el acceso a la electricidad que podría mejorar sus condiciones de vida y ampliar sus horizontes políticos.

Teherán insiste que el objetivo de su programa nuclear es satisfacer las crecientes necesidades energéticas del país. Mientras que la población de Irán se ha duplicado desde la revolución de 1979, su producción petrolera solo llega al 70 por ciento del nivel que tenía en 1979. Más aún, las décadas de dominio imperialista han prevenido que Irán desarrolle una industria moderna. Aunque es un país rico en petróleo, carece de la capacidad de refinar el producto crudo natural y convertirlo en un producto útil. Como resultado de esto, Irán importa el 43 por ciento de su gasolina.

Washington es el único gobierno que ha usado las armas nucleares, cuando las lanzó contra las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki a finales de la Segunda Guerra Mundial. Ahora tiene la audacia de reclamar que esta protegiendo al mundo de la "amenaza nuclear" que representan Irán, Corea del norte, y otras "naciones forajidas".

Debemos demandar: ¡Manos de Washington fuera de Irán! ¡Suspender todas las sanciones!
 
 
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