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   Vol. 70/No. 44           20 de noviembre de 2006  
 
 
Obreros inmigrantes en minas fortalecen sindicato
 
POR ALYSON KENNEDY  
Un artículo del Charleston Daily Mail del 15 de septiembre titulado “Ilegales en minas de carbón provocan desacuerdo”, indicó que “Funcionarios del Sindicato Unido de Mineros de América dicen que el problema de los inmigrantes ilegales que trabajan en minas de carbón en Virginia del Oeste se está volviendo algo más frecuente”.

Informó que un “inmigrante ilegal”, a quien acusaron de atropellar a un niño con un pick-up mientras conducía ebrio, “ha puesto el asunto en primer plano en las conversaciones sobre la seguridad en las minas del estado”. El trabajador, oriundo de México, labora en reparaciones de equipo minero.

“Habíamos oído que venía sucediendo, de que cada vez hay más y más problemas”, dijo Phil Smith, director de comunicaciones del sindicato UMWA, según lo citó el artículo. “Quién sabe en cuántas minas estará sucediendo, pero creemos que es un problema que probablemente vamos a estar viendo mucho, a menos que lo abordemos”.

Pero lejos de ser un problema para los mineros de carbón, un flujo creciente de inmigrantes en las minas es una fuente potencial de fuerza.

Las más importantes luchas obreras en Estados Unidos en épocas recientes las han dirigido inmigrantes, en su mayoría de México y América Central, muchos de ellos indocumentados. La primavera pasada, millones de trabajadores inmigrantes y sus partidarios marcharon por todo el país para exigir legalización para todos. El Primero de Mayo se realizó la primera huelga política general de múltiples ciudades en la historia de Estados Unidos cuando dos millones de obreros rehusaron ir a trabajar y se sumaron a las acciones en decenas de ciudades y pueblos. Esto tuvo un impacto positivo en toda la clase trabajadora.

Estos sucesos confirmaron que el flujo histórico de mano de obra inmigrante en décadas recientes ha fortalecido de forma irreversible a la clase obrera norteamericana. Trabajadores y agricultores se ven obligados a emigrar por condiciones económicas agobiantes en los países dominados por el imperialismo. Sin embargo, los inmigrantes no son víctimas sufridas. Son compañeros de trabajo que traen sus experiencias de lucha de clases, que ayudan a ampliar los horizontes de sus compañeros de labores, a la vez que ellos mismos se despojan de prejuicios que tienen sobre los trabajadores nacidos en Estados Unidos.

“Hay gente suficiente en el sur de Virginia del Oeste y Kentucky que estaría dispuesta a tomar esos empleos”, dijo Smith. “Cuando se comienza a traer gente dispuesta a trabajar por salarios más bajos, se le crean problemas a todos a la hora de la paga”.

Pero no son los trabajadores inmigrantes los responsables de bajar los salarios. Son los patrones quienes se benefician de las leyes antiobreras que tienen por objetivo mantener a los trabajadores inmigrantes como “ilegales” para intimidarlos y para que no exijan sus derechos ni se sindicalicen. Los empleadores quieren inmigrantes que vengan a este país para tener un sector de nuestra clase que es superexplotado, y para mantener a la clase trabajadora dividida.

Bajo el capitalismo reina la competencia por empleos. Un flujo constante de mano de obra inmigrante reduce los salarios, pero solo si el movimiento obrero no toma la iniciativa para abarcar a todos los trabajadores y apoyar toda lucha por sindicalizar a los obreros, nacidos aquí o en el exterior.

Durante la lucha de los mineros para sindicalizar la mina Co-Op en Huntington, Utah, el UMWA se puso del lado de los 75 mineros del carbón, la mayoría de ellos inmigrantes mexicanos, quienes estuvieron en huelga por 10 meses para ganar la representación del UMWA y cambiar las condiciones de abuso, y ganar ingresos dignos y seguridad en el trabajo. Ellos inspiraron solidaridad por todo el país y más allá, y en determinado momento plantearon la posibilidad de expandir la sindicalización de los campos de carbón del oeste. Su firmeza demostró lo que se puede hacer mediante la unidad obrera, independientemente de si los mineros nacieron aquí, en México en otro país, o si algunos son indocumentados.

La primera semana de noviembre murieron dos mineros más en incidentes en Kentucky y Arizona, llevando la cifra de mineros fallecidos en el trabajo en lo que va del año en Estados Unidos a 45, la más alta en un solo año desde 1995.

En otros países los mineros enfrentan condiciones laborales en deterioro similares.

En un artículo reciente del Post-Gazette se describe el crecimiento de “pocitos” en el norteño estado de Coahuila, en la región carbonífera de México. El minero se mete unos 10 metros en la tierra para excavar el carbón, mientras otros suben los cubos cargados a la superficie. El artículo describió los pocitos como “puestos minúsculos con no más de 20 trabajadores y, hasta hace poco, famosas por evadir hasta las normas más básicas de seguridad”.

La imagen de los pocitos trae a la mente minas que se han abierto en el este de Kentucky a lo largo de una veta estrecha de carbón “gema azul”, que es raro y se utiliza para hacer silicón. Joe Seay, entibador en una de esas minas, fue el minero número 39 que murió en el trabajo este año, al aplastarlo una laja de cinco pies.

Mientras el precio del carbón se mantenga elevado, los patrones seguirán acelerando el ritmo de producción y obligando a los mineros a trabajar en condiciones inseguras. La mayoría de minas no están sindicalizadas. Esto plantea la necesidad de forjar un movimiento obrero que sepa luchar con eficacia contra los ataques patronales. Eso solo se podrá hacer viendo a los obreros inmigrantes como hermanos y hermanas, respaldando su demanda por legalizar a todos los inmigrantes ya, y haciendo todo lo posible por captarlos a la sindicalización de minas y demás centros laborales.

Alyson Kennedy fue minera del carbón y fue parte de la huelga de 10 meses para sindicalizar la mina Co-Op en Utah.
 
 
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