Los representantes de 18 gobiernos, reunidos en Roma el 26 de julio, no llegaron a un acuerdo sobre una propuesta para desplegar una fuerza multinacional en la zona fronteriza de Líbano. Muchos han dicho que quieren algún tipo de fuerza militar “pacificadora”.

Las fuerzas israelíes han dejado un saldo en Líbano de 400 muertos y hasta 800 mil personas expulsadas de sus hogares desde que empezó el ataque dos semanas atrás. Su objetivo es aplastar a Hezbolá, un grupo libanés que ha librado resistencia armada contra anteriores ocupaciones israelíes de Líbano.

La indignación popular a nivel mundial ante los estragos de la agresión israelí en Líbano se ha visto en un creciente número de protestas, desde países predominantemente árabes hasta Norteamérica y hasta en Israel. Más de 2 500 personas marcharon en Tel Aviv el 22 de julio exigiendo el cese de la guerra en Líbano.

Washington ha dado su apoyo político al ataque israelí y se ha encargado de reabastecer rápidamente el aparato bélico israelí. El 21 de julio el New York Times informó que la Casa Blanca había aprobado la expedición de un envío a Tel Aviv de bombas teledirigidas de precisión. Durante su visita a Israel, la secretaria de estado norteamericana Condoleezza Rice dijo que apoyaba el cese del combate, pero solo cuando se estableciera una forma “de bregar con las causas del extremismo”.  
 
 
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