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   Vol. 69/No. 24           June 27, 2005  
 
 
Costureros en Florida exponen usura de Guerra
(la portada)
 
POR ERIC SIMPSON  
OAKLAND PARK, Florida—Para los trabajadores de la fábrica sindicalizada de Point Blank Body Armor, no existe mucha controversia en torno a la venta de lo que las fuerzas armadas norteamericanas han calificado como equipo de protección defectuoso. La mayoría se opone a lo que denominan usura de guerra que ha tenido como consecuencia la producción de miles de chalecos antibalas, enviados a soldados en Iraq y Afganistán, que fueron devueltos a principios del año por los marines norteamericanos. Los marines devolvieron unos 5 mil chalecos después que la prensa informó que estos fallaron pruebas de calidad del gobierno.

Muchos trabajadores señalan que una causa de los defectos de calidad es el uso de textiles de calidad inferior en la producción del material que frena balas y metralla.

“La compañía cambió de proveedores de materiales balísticos para ahorrar dinero”, dijo Carlos Briceño en una entrevista el 3 de junio. Briceño, miembro del Local 25-70 del sindicato UNITE HERE, que organiza a los 200 trabajadores en la planta de Oakland Park, ha trabajado en el departamento de corte de tela por muchos años.

La trabajadora Maira Calderón compartió este criterio. Señaló que la compañía antes usaba materiales balísticos de mayor calidad. “Ahora lo compran de otro fabricante, y la calidad no es la misma”, dijo. “Buscaban un mejor precio. Ahora el material es más suave. Se tiene que usar más capas, y no es tan bueno.” Calderón trabaja como inspectora, y se desempeña en el comité de salud y seguridad del sindicato local.

Las observaciones de estos dos trabajadores se ven respaldadas por una entrevista que el experto en balística James MacKiewicz concedió en abril a la revista Marine Corps Times. MacKiewicz realiza pruebas de chalecos para las fuerzas armadas. El observó una baja de calidad en los resultados de las pruebas en 2003. “No debió haber sucedido”, declaró, “pues era un sistema conocido por cuatro años, y los resultados fueron muy buenos” en pruebas anteriores de muestras de chalecos. “Es muy preocupante obtener resultados tan bajos, nos extrañó”.

Hace casi tres años, la compañía despidió a Briceño por apoyar el sindicato, acusándolo falsamente de robo de pedazos de tela de camuflaje. Pero los trabajadores respondieron al ataque y lograron recuperar su puesto.

Briceño fue el segundo sindicalista despedido durante la campaña de sindicalización, que empezó el verano de 2002 a raíz de los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo. Los trabajadores dijeron que la compañía limitaba el consumo de agua de los empleados para poder reducir el uso de los baños, a pesar del asfixiante calor del sur de Florida.

En una concurrida asamblea del sindicato los obreros votaron a favor de salir en huelga si la compañía despedía a un sindicalista más. Cuando los patrones hicieron eso al despedir unos días más tarde a Midho Cadet, partidario de UNITE; supuestamente por “tardar mucho” en el baño, los trabajadores se fueron a la huelga.

Tras seis meses de piquetes y publicidad eficaces, los huelguistas recuperaron sus empleos y los de los tres militantes despedidos, allanando el camino para el reconocimiento del sindicato y, un año más tarde, un contrato.

“A la compañía no le importa la calidad, lo que le importa son las ganancias,” dijo Briceño.

Hablando sobre las posibles consecuencias de la retirada de los chalecos, Calderón dijo: “Si la compañía pierde negocios y descansa a los trabajadores por esto, nuestra unión tendrá que luchar para proteger nuestros trabajos”.

La costurera Daisy Morejón dijo que la campaña constante de la compañía por acelerar la producción era una causa de los problemas de calidad. “Lo que importa no es la cantidad sino la calidad; hay vidas que dependen de esto,” dijo. “Mi sobrino está en el ejército, en Alemania. El tiene dos chalecos antibalas de Point Blank”.

Otro costurero se refirió a otro atajo que los patrones habían ordenado para hacer el trabajo más rápido. Aunque normalmente la puntada que sostiene toda la tela balística junta ha sido fijada en ambos lados, dijo este trabajador, un supervisor le dijo recientemente que eso ya no era necesario. Al no completar esta operación se podría aflojar más fácilmente la puntada haciendo que la tela se frunciera, lo cual reduciría la capacidad del chaleco de frenar balas.

“Es el sindicato el que se preocupa por los trabajadores aquí y por la vida de los soldados que usan los chalecos que fabricamos”, dijo Barbara Bowman, otra de las costureras. “Somos nosotros, el sindicato, los que hemos venido resistiendo los intentos de la compañía de acelerar la producción al insistir en que los trabajadores debemos tener tiempo y capacitación para hacer un buen trabajo”.

Occius Jean-Gilles, también miembro del sindicato, dice que él se opone a la ocupación de Iraq por Washington. “Es un crimen”, dijo. “Estados Unidos no debería andar por el mundo matando a gente. Debería ayudar a otros países. Pero la vida de los soldados es como cualquier otra vida. La vida es buena para todos, y debe protegerse. Los trabajadores en Point Blank no hacemos un mal trabajo. Son los patrones los responsables”.

Eric Simpson es operador de máquina de coser en la fábrica de la Point Blank en Oakland Park, y es miembro del Local 25-70 de UNITE HERE.
 
 
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